El Frutal de Odilon, 2006 - SEMA CASTRO
A Camille
Era primavera,
la misma primavera
que tú y yo soñamos,
la Primavera de Praga,
la del sesenta y ocho en el mayo francés,
la primavera de las bodas y las comuniones,
la Primavera de Vivaldi,
la primavera de las flores.
Era primavera y, sin embargo,
a mi me parecía invierno,
quizás por las brumas en mi memoria
o porque siempre me gustó más el invierno,
quizás por la nieve inexistente
o porque era el mismo invierno
que comenzó la derrota de Hitler.
Era primavera,
y el verano copulaba en las noches
con el canto de los grillos
y con el aroma del heliotropo y de las adelfas,
en el jardín iluminado por los rayos de luna llena
y el paso en la noche de San Lorenzo
de miles de perseidas.
Era primavera
y en el otro lado del espejo
era el otoño rojo y ámbar,
el otoño de las viñas,
el otoño de las tormentas,
el mismo otoño
que el de La Hojarasca.
el mismo otoño
que El Otoño del Patriarca.
Era primavera
y hoy, a pesar de todo,
es y seguirá siendo primavera.