Cabeza rafaelesca estallando, 1951 – SALVADOR DALÍ
Aguardo en el latente
silencio de tus labios
mientras escribo unos cuantos
versos henchidos de ilusión,
y cuando la primera luz de la mañana
baña nuestros cuerpos desnudos,
abrazados en eterna comunión,
ya sin el pudor de los primeros instantes
y con el sonido de tu nombre
timbrando en mi garganta oxidada en ti,
mientras muere el largo silencio roto
en la eternidad de tu sexo,
cierro de nuevo mis ojos
en el universo de mi isla
y vuelvo a soñarte
una vez más.