Casi siempre, cuando paseo
por las calles de mi ciudad,
veo mujeres y hombres,
vacíos, no veo a nadie.
Paseo y, mientras camino,
mi paseo se va amarrando
al recuerdo de calles,
inmensamente largas,
hasta el infinito.
Cruzo el caudal de asfalto
y mis ojos vuelan a remotas orillas,
mientras el cielo se corona
con una llamarada de fuego
que abrasa mi retina.