Dalí levantando la piel del Mediterráneo para mostrar
a Gala el nacimiento de Venus, 1977 – SALVADOR DALÍ
Sobre la nada se yerguen un sinfín de pieles
vestidas de silencios, desnudas de lenguajes,
que se adhieren hasta conformar un solo cuerpo.
Son demasiadas las pieles que caben en un solo cuerpo
a pesar de que la mañana no se abra entre las sombras de la noche,
aunque el tiempo se desmorone otra vez sobre un reloj de arena
y por mucho que el cuerpo nazca entre los restos de pieles muertas.
Sobre la nada crecen siempre espejos vírgenes
en los que se proyecta la vida bajo la estela del futuro
que, aunque es imprevisible, almacena todas las estaciones.