El pájaro relámpago cegado por el fuego de la luna, 1955 - JOAN MIRÓ
“Y luego fue el silencio.”
JOSÉ HIERRO
Es el yugo de esta espesa umbría,
que se adentra en la médula
y hunde sus afilados cuchillos
en el corazón enamorado de las azucenas.
Son los húmedos labios de la noche,
que se asoman impunes al vértigo del paraíso
sin encontrar más surcos que la propia carne.
Es la sangre de las amapolas
la que mana sin cesar desde el silencio
por la profunda brecha abierta
como un relámpago en las espinas de la mañana.