Día y Noche, 1941/42 - MAX ERNST
Ya no relumbran estos vitrales
como aquellos de Piazza San Marco.
Hoy se han convertido en vanos ciegos
a los que se asoman mis manos cada día.
Las mariposas continúan volando libres
y sólo reposan para libar en el corazón
débil y descarnado de las amapolas,
quebrando así su infinita fragilidad.
Apenas se deja ver la luz del sol
en este amanecer entre el mar de nubes.
Nace otra mañana plomiza,
que volverá a morir una vez más
en la cima de los labios.
Mientras tanto, tú
te eternizas bella, pura, blanca
como la verdadera Pietà,
y yo, desafiante como il Mosé
de Michelangelo.