Salida de la luna sobre el mar, 1821 - CASPAR DAVID FRIEDRICH
Todo se nos ha ido de
repente.
Ya sólo nos queda el
recuerdo,
tatuado en la piel de aquel
reloj de arena.
Todo ha terminado con la
última luna de agosto.
Ya no tendremos más
oportunidad
de mirarnos frente a frente,
de sentir y palpar nuestros
cuerpos cada noche
mientras escuchamos a la
Sutherland y a Tourangeau
cantar el Sous le dôme épais del Lakmé de Delibes.
De nuevo llega otra mañana
de septiembre
y comenzamos la rutina de
seguir viviendo,
sin darnos cuenta que toda
nuestra vida
quedó sepultada para la
eternidad
bajo las huellas de aquel reloj
de arena.