Tú, sólo tú,
has cambiado el rumbo
de este náufrago
a la deriva.
Tú, sólo tú,
has abierto mi ventana
para que discierna
el albor del nuevo día.
Tú, sólo tú,
has prendido el sol
que no marchita
mis mustias flores de invierno.
Tú, sólo tú,
has rodado la piedra
de este sepulcro
que siempre estuvo vacío.
Tú, sólo tú,
has colmado de luz
este pálido cuerpo
que sólo arrastra sombra.