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Prometeo, 1630 - JOSÉ DE RIBERA
En el filo
del útero vacío
se fragua una espiral
de eternos silencios
que huelen a sangre, a reseca cárcel
y a duelo.
Herido en mi orgullo, regreso como un ciclón
al envés de las hojas
húmedas y enrojecidas
y, como una fiera centella,
muero encendido en la cólera
de las fauces de la luna.
Tan sólo el brazo incandescente
del inmenso océano
me sostiene, como Prometeo,
a las cadenas del abismo
con un frío glacial
donde reverdece el semen
en un estambre de fuego.