Minos
(Detalle de El Juicio Final,
Capilla Sixtina), 1536/41
- MICHELANGELO BUONARROTI
El abismo se abre casi siempre
en nuestro propio cuerpo.
Nos agujerea la piel
hasta convertirla en escara.
Nos va engullendo desde dentro,
casi sin que nos demos cuenta,
con la avaricia de una bestia secular
nunca saciada de sangre.
Nos adentramos, una y otra noche,
en el mismo laberinto, en el mismo altar,
inmolándonos bajo la luz de la luna
para así satisfacer al Minotauro
que cada uno llevamos dentro,
y esperamos que al otro lado del mundo
todavía se encuentre Ariadna
sosteniendo el hilo de nuestra vida.