No necesito más
que ver crecer la hierba
y sentir el vaho de la niebla evaporarse
en el diapasón de tu mirada.
No necesito más
que respirar el eco de una caracola
y arrullarte en la corola de una flor para renacer en el gineceo de tu alma.
No necesito más
que cribar las cenizas del silencio
mientras me hundo en el caos
de un lienzo herido de Basquiat.
No necesito más
que regar las amapolas de tu piel
y cultivar tus gemas de azahar mientras escucho un Nocturno de Chopin.
No necesito más
que navegarte en el océano
de invierno en luna llena
cuando las olas se adentran
en las arcillas de mi memoria.
No necesito más
que gozar con el hechizo de tu huella en la arena
mientras leo un poema
de Gil de Biedma.