Cuatro corceles de agua galopan
sobre inmensas sombras de fuego,
con el yerto sudario que ahora
cubre la luz de tu vientre abierto.
La rosa de los vientos resuena
en la imborrable raíz de tu recuerdo
y en el desconsolado llanto
que quiebra hasta el más hondo silencio.
El aliento de tu perenne ausencia
rebrota en la frontera de mi cuerpo,
como agua limpia y pura
que surte de tu alma de cristal.
Las lágrimas se petrifican
en la desolación de este corazón desierto,
tu memoria se hace eterna plegaria
en lo más profundo de mi pensamiento.