Cristo muerto, 1480 – ANDREA MANTEGNA
La muerte ronda frente a mí
en esta desolada habitación,
y se alumbra en el rostro
de este bosque desierto
con la llama del cirio
que crece desde mi interior.
La mirada, quebrada en soledad,
ya no es más que un surtidor
de sangre vacía e indolente
y recorre las aciagas horas
depositadas en las arterias
hasta que el cuerpo reviente.
Ya no hay más
que este crepúsculo de vida,
no hay más que este círculo de buitres
esperando la carroña,
no hay más que silencio dentro del silencio
en este ruido de muerte.
Amarga es la espera
de esta muerte amarga,
pero más atormentada es la vida
sabiendo la muerte cerca,
cayendo en el vértigo de la sima.
Hoy sólo tengo ganas de llorar.