Casi siempre, cuando paseo
por las calles de mi ciudad,
veo mujeres y hombres,
vacíos, no veo a nadie.
Paseo y, mientras camino,
mi paseo se va amarrando
al recuerdo de calles,
inmensamente largas,
hasta el infinito.
Cruzo el caudal de asfalto
y mis ojos vuelan a remotas orillas,
mientras el cielo se corona
con una llamarada de fuego
que abrasa mi retina.
La mirada se entorna a veces hacia esos mundos nuestros inventados, al refugio de los sueños, la amnesia salvadora que nos evita el dolor.
ResponderEliminarEncantada de leerte.
elisa.
sí, desierto completo de calles habitadas por espectros
ResponderEliminarcomo en los cuadros de Ernst Ludwig Kirchner o Gustave Caillebotte
mejor el refugio de las otras orillas
un abrazo
Tarde más de 10 minutos en leer esta hermosa poesía, la causa, la música de fondo, ¡genial y maravillosa! era totalmente incapaz a leer, mi mente volaba más allá de las estrellas.
ResponderEliminarGracias Noray, por hacerme volar tan alto.
Mis saludos.
Soñar despierto es lo más maravilloso del mundo...
ResponderEliminarviajar de esa manera
muchas veces nos rescata...
besos
Poder volar en las calles de nuestra ciudad, sin ver a nadie, escapar infinitamente. Cada rincón responde a un recuerdo. Y cada r3ecuerdo a una llamarada.
ResponderEliminarun abrazo