La cabeza de Ícaro, 1900 - ODILON REDON
Anoche me hundí
en la soledad de mi alma
y tuve miedo.
Braceé en un silencio de alondras encendidas
y volé sobre las alas de mi doliente Ícaro
para licuarme en estrellas de añil y fuego.
Me ungí con el aceite de tu ausencia
y viví la infinita desolación de las caracolas
florecidas en la luz de tus labios.
Labré de besos tus nacientes auroras
y me arrullé en el trémulo
oleaje de tus abrazos.
Me entregué a tus acantilados de lilas y azucenas
y me dormí en el recodo seguro
y silente de tu aliento.
Acaricié la luz temprana de tu sueño trasnochado
y me precipité al laberinto del horizonte
donde reside el Minotauro.
Anoche me hundí
en la soledad de mi alma
y tuve miedo.
Maravilloso, extremadamente bello, y no exagero. Nada puedo decir sino acompañar con el silencio, esta poesía que habla por sola, sin nada que acotar. Un abrazo amigo mío, yo también me identifico con vos. Felices Pascuas
ResponderEliminarAcompañar con el silencio es quizás lo más extraordinario que se pueda hacer. Gracias por regalarnos tus sentimientos.
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