En el solsticio eterno de la vida,
los ojos vuelven a morder la cepa de vid
que crece en la luz de una lágrima de luna.
La voz quebrada continúa ardiendo entre la niebla,
al mismo tiempo que un cuchillo de oscuros silencios
corta la última palabra llena de sangre.
Desde el vientre profundo surte el deseo eterno,
sin dejar cicatriz dentro de la herida.
Solamente mi verso desnudo, ya sin ningún pudor,
se clava en el sexo de tu verbo hecho carne.
Se acabó tanta hambre y tanta guerra,
tanta sed en esta tierra,
tanta muerte y terror,
tanto hastío y tanto dolor.
Se acabó tanta injusticia y tanta tortura,
tanta opresión y censura,
tanto dinero y codicia,
pocos ricos y tanta avaricia.
Se acabó tanta oscuridad y tanta niebla,
demasiado gris en las tinieblas,
tanto egoísmo y calumnia,
tanta violencia y tanta envidia.
Se acabó tanto rencor y tanta mentira,
tanto maltrato y tanta ira.
Se acabó para siempre este mal sueño
y hoy despierto de nuevo a la vida.
He decidido regresar a la utopía.
