The Embrace, 1917 - EGON SCHIELE
Aleluya, aleluya.
Me basta escuchar tu voz en el silencio de la noche
para cruzar la Nueva Jerusalén de tu cuerpo ausente.
Ebrio de púrpura y sangre,
atravesaré el vasto desierto que guardo en mi memoria
para llegar a las puertas de tu vida y de tu muerte.
Permíteme enjugar los versos de esta noche
en la herida abierta de tu carne.
Déjame ser la aguja que ensarte las estrellas de mi olvido
en el infinito deseo de tu ausencia.
Aleluya.
Uf, que infinitos son tus versos...
ResponderEliminarBellos, sensibles, como nos tienen acostumbrados tus versos, que se convierten en pequeñas piezas maestras del edificio de tu poesía...un abrazo desde azpeitia
ResponderEliminarLindos e apaixonados versos,
ResponderEliminarsonia.
Compañero, leyéndote voy a dormir inspirado.
ResponderEliminarUn gustazo leerte!
hermoso poema te felicito
ResponderEliminartienes una manera muy especial de escribir
un placer haber dado con este blog
saludos desde argentina