
L’Homme blessé, 1844/54 - GUSTAVE COURBET
No es profunda la herida,
pero sí es llaga que supura
y sangra sin cesar desde la raíz,
desde la fragua viva del verso
forjado con luz de luna
entre estigmas de silencios,
mientras se despedaza la noche
y los sueños hierven en mis ojos
hasta evaporarse dentro del pecho.
Es una herida abierta,
que deja escaras en la piel
y que se perpetúa con vigor
en los márgenes de la memoria,
allí donde la soledad se desnuda,
donde se encuentra más sola
atrincherada entre palabras y versos,
que al escribirlos terminan desgarrándome
por callar este grito con un silencio.