
El relieve de esta tierra,
que me abraza en un anillo
hecho con cada gota de sangre,
es sólo una estela desnuda
de aves.
Es un roque quebrado,
un peñasco malherido
un peñasco malherido
que me nace entre los dedos.
Entre las cenizas de la sangre,
en las entrañas de la
hierba
donde duermen los
silencios
y reposan las palabras,
se arrulla el salitre del
océano
con un crepúsculo de rocío,
que fluye presuroso por el
cauce
donde florecen las violetas
y las rosas de terciopelo.
y las rosas de terciopelo.
En mi vientre, calado de secretos,
brillan los senderos de la
ausencia
que tras el soplo de los
alisios
me hacen retorcer y
doblegar
como un bosque de sabinas
al viento.