
Te entrego mis últimos versos
en esta noche fría de invierno
cuando la luna se quiebra de melancolía
y ya no alumbra ni mi razón ni mi retina.
Todo se ha vuelto sombrío, pardo, ceniciento.
No siento el soplo de la brisa del mar
ni cesa la tempestad interior en mi cuerpo
a pesar de la lasitud de cada jornada.
Intento escribir un poema en esta noche gris
pero las ideas no fluyen con demasiada luz,
quizás la voz del océano haya muerto
dentro de mi antigua caracola de nácar.
No lucen añiles estrellas ni planetas escarlatas,
hoy los ojos están cegados y la memoria helada,
un trepidante vacío me recorre la piel
y una profunda soledad hace nido en el alma.
Aún así, te entrego la fragilidad de mis versos,
probablemente sean estos los últimos que escriba
antes de que mañana vuelva a ser roca viva
en cuanto despunte la aurora del nuevo día.