
Antes caminábamos
codo a codo,
nuestros ojos,
más de una vez,
nos sorprendieron
mirándonos.
Hoy todo es distinto,
estamos acostados
uno frente al otro,
separados por un muro
de recio hormigón.
Ya no se cruzan las miradas
y nuestras lívidas pupilas
no se enciende de rubor,
ya no caminamos juntos
ni compartimos silencios
y palabras de amor.
Quizás ya no viviremos
nunca más,
quizás ya estemos
para siempre muertos.