
En un instante preciso,
entre la lluvia y el viento,
me encuentro con el verdadero laberinto,
cuando queriendo encontrar a Ariadna
me convierto en la soledad del Minotauro.
Aunque desee sentirme como Teseo,
termino dándome cuenta que sólo en nosotros
están trazados los hilos del destino,
sólo en nosotros vuelan los sueños
que anidan en la frágil memoria
y surcan el cielo cada madrugada,
para fundirse en el aire que respiramos,
para ser el flujo de la sangre en las venas.
Aunque en nuestras manos está la llave
que abre el resto de nuestra propia vida
nunca nos atrevemos a girar el cerrojo,
aún a costa de saber que es la felicidad
lo que nos aguarda al otro lado.