
Entraste en mi vientre,
como llega la luz,
lentamente, en el amanecer
de mis inquietantes madrugadas.
Y aquella luz alumbró la fragua,
donde cada noche cincelo las palabras
que pienso y escribo con el alba.
Entraste en mi vientre,
como una ráfaga
de símbolos y vientos,
como nacientes de sílabas
en una horquilla de nácar,
como una sonata de letras
que tiembla en mi garganta.