
“Estuve muerto, pero
ya estoy vivo
por los siglos de los
siglos;
y tengo las llaves de
la muerte y del abismo”
APOCALIPSIS 1,18
Vuelve el ángel exterminador
con su descarnada espada de fuego,
derramando la inclemente justicia
y rebosante de sed y hambre.
Llega flotando en el recodo de un bostezo,
con olor a flores de muerto
y abandonando el letargo del paraíso.
Una legión de bestias negras se agolpan
sobre la razón de etéreo y falso profeta,
que va dejando viudas las ilusiones de futuro.
Por los siglos de los siglos
vivió condenado en la diáspora,
refugiándose en el elixir de la jungla
en las colmenas infernales.
Hoy regresa con nuevos bríos,
henchido de maduros racimos
de silencio, sangre y muerte
para dar término inexorablemente
al último y definitivo combate.