
El jinete de la muerte, 1935 – SALVADOR DALÍ
Las palomas blancas se volvieron ortigas
y entre los trinos de la inquina
enmudecieron los ruiseñores.
Sobre la tierra sedienta quebraron
sus finas raíces los alargados girasoles
a la luz de un amanecer,
que muda los jardines de mariposas
en deshabitados cuerpos.
Tantos se han ido quedado en el camino
a lo largo del tiempo,
deshojando sus propios ideales
en la soledad de la noche,
asesinados en improvisados paredones
o en cualquier infame cuneta
y pudriendo sus vidas en cárceles
entre una sementera de versos
que nunca llegaron a florecer.
Nada ha sido tan funesto
como la infinita maldad del ser humano
contra sus propios semejantes
cuando desata la represión y la guerra,
excretando el resentimiento y la injusticia
que revienta heridas mal cerradas
por las que afloran las vísceras
y se transforman en pústulas del aliento,
de la carne y de la ardiente memoria.