
Anoche soñé
que hacíamos el amor
en una raíz cuadrada,
en un inmenso jardín
de tangentes y secantes,
de senos y cosenos,
sobre una hipotenusa
siempre imaginada,
sobre un teorema
y un axioma,
mirando al universo
de números complejos,
de integrales y derivadas.
Anoche soñé
que hacíamos el amor
en una raíz cuadrada,
sobre el número pi
y mirando al infinito,
colmado de fracciones
y de definiciones
de lógica y de álgebra,
en una avenida
llena de polinomios
y de parábolas,
siempre con dos incógnitas
en una ecuación bicuadrada.
Anoche soñé
que hacíamos el amor
en una raíz cuadrada,
y la luna era una circunferencia
con un compás trazada,
y el horizonte del mar
sólo una línea recta
a cartabón y escuadra,
y mi monótona vida
siempre era una espiral
o una línea ondulada,
aunque a veces sólo sea
una línea quebrada.
Anoche soñé
que hacíamos el amor
en una raíz cuadrada,
y que nuestro amor
era una matemática perfecta,
donde tan importante es
la geometría del cuerpo
como los logaritmos del alma.